La anti rutina
No me puedo quejar de que mi vida sea rutinaria.
Desde la última vez que escribí hice todo tipo de actividades diversas. Sumado a que mi trabajo tampoco es rutinario, puedo decir que cada mañana me levanto y pienso “¿y a ver hoy qué pasa?”.
Desde sacar y presentar una modestísima publicación literaria, correr una maratón de 11 kms., encontrarme con mis amigos canadienses que se vinieron de luna de miel a Europa, con los amigos franceses que vinieron con ellos de visita, enterarme de que dos de mis amigas van a ser mamá (una de ellas la canadiense)… y sin contar las cosas insólitas que me pasan a diario, de esas que decís “sólo a mí”.
Estoy pasando por un muy buen momento de mi vida, emocional, físico, espiritual y hasta económico porque finalmente pude comprarme una laptop/portátil/notebook o cómo se llame.
La rutina me desgasta, me deja sin energías, me marchita. Con un día igual al otro me siento atrapada, presa. No se me ocurre nada nuevo, me quema las energías y, paradójicamente, me da mucha inseguridad.
En cambio a la adrenalina de vivir una vida llena de aventuras y desafíos la necesito como al aire que respiro, como a la sangre que corre por mis venas. Para mi aventura es sinónimo de aprendizaje constante, de reacciones imprevistas frente a situaciones nunca vividas, es la escuela de la vida que te presenta desafíos constantes, que te pone a prueba. La rutina adormece mis neuronas, los desafíos las mantienen activas, ágiles.
En mi trabajo actual me la paso viajando por toda Catalunya, hablo diariamente con decenas de desconocidos que por unos momentos, forman parte de mi vida y yo de la de ellos. Trato de darles lo mejor de mí, así sea un pensamiento, para que se lo lleven de regalo. Gente que no sabe ni mi nombre y que probablemente mañana mismo ya se habrán olvidado de mi cara pero que durante el instante que duró el contacto, fue un grato dar y recibir.
Con mi trabajo pongo a prueba mis (deficientes) aptitudes sociales y exploto mi sentido de la curiosidad (soy incontrolablemente curiosa). Voy cada día a un lugar nuevo, desconocido, al que nunca había ido antes y donde las chances de volver son bastante remotas.
Siento que aunque estoy en un mientras tanto, lo estoy disfrutando mucho, tampoco hay planes muy concretos de cómo o por dónde seguir pero por lo menos siento que esto es la vida, que no hay que pasarse el tiempo esperando… esperando a la persona de tu vida, a descubrir tu vocación, a tener tu casa, a encontrar el lugar de tus sueños… la vida es esto, ya.
Desde la última vez que escribí hice todo tipo de actividades diversas. Sumado a que mi trabajo tampoco es rutinario, puedo decir que cada mañana me levanto y pienso “¿y a ver hoy qué pasa?”.
Desde sacar y presentar una modestísima publicación literaria, correr una maratón de 11 kms., encontrarme con mis amigos canadienses que se vinieron de luna de miel a Europa, con los amigos franceses que vinieron con ellos de visita, enterarme de que dos de mis amigas van a ser mamá (una de ellas la canadiense)… y sin contar las cosas insólitas que me pasan a diario, de esas que decís “sólo a mí”.
Estoy pasando por un muy buen momento de mi vida, emocional, físico, espiritual y hasta económico porque finalmente pude comprarme una laptop/portátil/notebook o cómo se llame.
La rutina me desgasta, me deja sin energías, me marchita. Con un día igual al otro me siento atrapada, presa. No se me ocurre nada nuevo, me quema las energías y, paradójicamente, me da mucha inseguridad.
En cambio a la adrenalina de vivir una vida llena de aventuras y desafíos la necesito como al aire que respiro, como a la sangre que corre por mis venas. Para mi aventura es sinónimo de aprendizaje constante, de reacciones imprevistas frente a situaciones nunca vividas, es la escuela de la vida que te presenta desafíos constantes, que te pone a prueba. La rutina adormece mis neuronas, los desafíos las mantienen activas, ágiles.
En mi trabajo actual me la paso viajando por toda Catalunya, hablo diariamente con decenas de desconocidos que por unos momentos, forman parte de mi vida y yo de la de ellos. Trato de darles lo mejor de mí, así sea un pensamiento, para que se lo lleven de regalo. Gente que no sabe ni mi nombre y que probablemente mañana mismo ya se habrán olvidado de mi cara pero que durante el instante que duró el contacto, fue un grato dar y recibir.
Con mi trabajo pongo a prueba mis (deficientes) aptitudes sociales y exploto mi sentido de la curiosidad (soy incontrolablemente curiosa). Voy cada día a un lugar nuevo, desconocido, al que nunca había ido antes y donde las chances de volver son bastante remotas.
Siento que aunque estoy en un mientras tanto, lo estoy disfrutando mucho, tampoco hay planes muy concretos de cómo o por dónde seguir pero por lo menos siento que esto es la vida, que no hay que pasarse el tiempo esperando… esperando a la persona de tu vida, a descubrir tu vocación, a tener tu casa, a encontrar el lugar de tus sueños… la vida es esto, ya.
Uh! Ese final bien podría ser la contratapa de un baratísimo libro de autoayuda al mejor estilo Bucay.
4 comentarios:
Yo quiero el libro. Con la contratapa, me lo vendiste. :D
A veces pienso ... será verdad? la genética habrá intervenido de una manera tan sabia para producir esta "versión mejorada" de la anterior generación?
Para variar, a mi me pasa muy parecido, de hecho creo que solo una vez tuve un trabajo en el que tenia que ir todos los dias, a la misma hora, y me moria de aburrimiento. Me gusta tener cosas estables, que son los pilares de todo el resto, pero me gusta que mi trabajo, mis proyectos, mis actividades cambien y evolucionen.
Asi que te compraste notebook? Que bueno!
Muy buena filosofia de vida, pri.
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