14 julio 2007

Mis pies

Me acordaba del poema de Neruda y, creyéndome por un momento que me lo había escrito a mí, pensaba en mis pies.

Es un poema que leía en mis épocas de adolescente romántica y que ya hace muchos años que no recordaba (a raíz de esta idea, lo busqué). De hecho, sólo me acordaba del final: amo tus pies porque te trajeron hacia mí.

Mis pies son grandes, huesudos, flacos y largos. Tienen la piel muy fina y, ante cualquier roce o golpe, se lastiman con mucha facilidad.

Están allá, lejos, bien plantados en la tierra pero pueden hacer piruetas y elevarse unos centímetros del suelo. Mis pies son muy sensibles, muchas veces tienen vida propia y deciden qué camino tomar. Son ágiles, caminan a paso rápido y seguro, saltando los charquitos o alguna rayuela dibujada con tiza en la vereda. Pueden bailar pero también les gusta detenerse a sentir la tierra.
A mis pies les encanta la naturaleza, caminar descalzos sobre el césped o la arena, aunque a veces se quejan un poco en terrenos muy rugosos.
Sienten los cambios de estaciones, claramente prefieren el aire fresco y se quejan un poco cuando llega el calor... pero después disfrutan de la sensación de la arena entre los dedos.

Cual guiño del destino, mis elegantes pies estarían creados para exhibirse en una cara sandalia y no recorriendo mil y un senderos.

Mis pies sensibles, ampollados o cortados, me llevan como dos hidalgos corceles, por sendas intransitadas, desconocidas.
Indagando, explorando, (re)conociendo...
La sensibilidad de mis pies me permite disfrutar del camino y no sólo del destino.

Gracias, queridos pies, por llevarme donde quiero ir.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bellísimo!!! Fue una primavera de 1980 cuando tus hermosos piecitos, por primera vez descubrieron que podían trasladarte a donde quieras ... y, felices, no pararon más de hacerlo :-)

Jesús dijo...

Primero hay que empezar por lo primero