15 abril 2007

Metro


¿Con quién se encontrará aquél tan arreglado y tan nervioso? Se acomoda una vez más su perfecto peinado con gel. Tiene calor. Se quita el abrigo y con un cuidado de hijo bueno, lo dobla sobre su brazo alisándolo para que no le queden arrugas. Mira una vez más las paradas que faltan, como corroborando que tomó la línea correcta, asegurándose no haberse confundido de dirección. Calculando mentalmente en cuánto tiempo llegará. Miro sus zapatos, perfectamente lustrados, brillantes, reflejando la ansiedad de quien los lleva puestos. Se pone de pie, lo miro, parece finalmente haber llegado a la estación . Tiene la frente sudada, no tan brillosa como sus zapatos. Levanta las cejas, como habiéndose acordado de un último detalle, aquél que hará que tantos preparativos y tantos diálogos ensayados parezcan naturales, espontáneos. El metro sigue pero él no se baja।



Sube uno con una gran maleta, es pesada y la acomoda en la otra puerta. Parece presumir de una decisión tomada impulsivamente, con la espontaneidad que no tenía el primero. Controla su valija con la mirada, parece contener las preciadas pertenencias de este hombre grande, simple, robusto. Se da cuenta que lo miro y me devuelve la mirada con los ojos llenos del secreto que guarda, tanto en su maleta como en la que parece ser, su apresurada decisión। Mi mirada observadora no lo intimida, vuelve a mirar su carga, como asegurándose de que su contendido no sea visible para el resto।



Junto a la maleta, en el suelo, está sentada esta adolescente que chupa con insistencia un chupetín। Su atuendo está meticulosamente cuidado, tanto como el del hombre de la cita. Levaba un sweater amarillo a rayas raído de hombre, unos aros de plástico verde que se enredaban con la estola de lana rosa. En el pelo tenía unas rastas imposibles. Un pantalón con inscripciones hechas con corrector de tinta y zapatos pertenecientes a dos pares diferentes. Sobre el pecho tenía pegada un cartel que expresaba su disconformidad con los precios de la plaza inmobiliaria. Pensaba yo si esta chica en edad de ir al colegio, se estaría solidarizando con los que buscamos vivienda o si sólo se trata de una (anti) moda de expresar disconformidad con cualquier causa। No se da cuenta que la miro. está más preocupada por ser vista.



Junto a mí un chico lee la partitura de Lazy Bird de John Coltrane. No le veo la cara, está sentado hacia adelante y su pelo largo sólo deja al descubierto unos centímetros de su cuello. Con su pie derecho marca el compás. Trato de esforzarme para intentar escuchar la melodía en su cabeza, ¡con lo que me gusta el jazz! Nada. Yo no tengo ese don de mirar las notas en un papel y sentir la melodía. Con las piernas sujeta un saxo y entonces me pregunto si ya habrá tocado o estará yendo a hacerlo. Si tocará en un bar, en un teatro, si será un ensayo. Me dieron ganas de preguntarle pero no quise sacarlo de su mundo de notas y melodía. Después de todo, ¿quién querría ser interrumpido en medio de un concierto en New Orleans?



En un idioma que ya casi forma parte de mi vida, anuncian mi parada. Al levantarme, veo que la persona que tenía en frente me miraba fijamente. Le dirigí una sonrisa cómplice y me bajé del vagón.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Proxima estaciò...

Cuántas historias en el metro.
Cuántas reales y cuantas que nos inventamos cuando vemos a alguien allí ¿no?

Somos los mismos que caminamos por arriba, pero parece que ahí abajo somos distintos.

¿Qué historias se inventarán sobre nosotros los que nos ven?

barluz dijo...

Yo hago lo mismo, me encanta observar a la gente e inventarles historias, yo no entiendo a la gente que dice que se aburre en los viajes en metro, para mi son fascinantes. Imaginar la vida de cada una de esas personas que silenciosas esperan su estacion.

Anónimo dijo...

Yo lo hago mucho a eso de las historias. Colectivo, en la calle, en donde sea. En una peatonal concurrida da mucho para preguntarse ¿qué eventos fortuitos ocurrieron durante toda su vida para que esté en este momento cruzandose por acá?

Anónimo dijo...

Bella escritura. Bello don el tuyo de transformar las cosas grises en una sinfonía de colores. Hice un viaje en el metro de una ciudad en la que nunca estuve y lo disfruté gracias a vos.