07 octubre 2005

El Puzzle de 1000 piezas

Si las palabras y las expresiones son un colador de agujeros muy chiquititos que filtran gran parte de la esencia de las ideas, los diomas son las llaves a esa esencia. Son las mejores herramientas a las que los simples mortales podemos echar mano a falta de otro arte. Una melodía, una pincelada, un movimiento, pueden decir mas que mil palabras pero son regalos a unos pocos - o varios - ángeles en la tierra. Angeles que alcanzaron el infinito y tocaron el espíritu que los creó.
Todo el resto de nosotros, tenemos que valernos de las palabras, dulces caramelos, y de la combinación de las mismas. Ellas viven sus vidas solitarias y está en nosotros asociarlas para un fin mayor, un fin gigante que es el de la comunicación de un abstracto: precioso tesoro inconsciente.
El secreto está en los idiomas. Con ellos duplicamos nuestras capacidades y estamos un poco menos apartados de la sacro-santa esencia.
Pero, por qué es preciso comunicar y compartir aquellos tesoros?, qué buscan las personas cuando escriben, cuando hablan, cuando se comunican?, por qué esa imperiosa necesidad de hacerlo, acaso no basta con la satisfacción de tener aquellos tesoros seguros y encerrados muy dentro de cada uno?.
Evidentemente no.
El hecho de compartir es realmente un instinto de supervivencia, un acto reflejo, una necesidad.
Nacimos y vinimos para aprender los unos de los otros, para, entre todos, armar nuestro puzzle gigante, el secreto mejor guardado, aquello misterioso y eterno.
Algunos nos creemos mas comprometidos con la tarea pero we stand still, on fait rien, but we insist, contra instintos profanos y divinas tentaciones.
Cada uno de nosotros guarda una pieza fundamental del puzzle y un montón más de otras repetidas, secundarias y hasta falsas. Porque de eso estoy segura: en algún punto, las piezas se mezclaron y varios se (nos?) quedaron/mos con ciertas piezas que no correspondían.
No hay orden, no hay guías ni profetas. No hay instrucciones, bien sûr. Lo hacemos por instinto, cada uno a su tiempo y ritmo; cada uno con su estilo, más o menos concentrados y enfocados en la tarea.
Y ese juego es la historia, es el parcours de la nuit blanche. El objetivo, quimera lejana que la humanidad añora.

7 comentarios:

barluz dijo...

Hola! Volvieron los comments renovados! Se ve que te fue productiva la noche de baby sitting de ayer primita!

Y es asi, la vida, un puzzle fascinante.

Lindisimo post.

barluz dijo...

Ah! Haceme acordar que el sabado te explique como poner unos comments que no sean de blogger asi no dejas afuera a la gente no bloggeril, dale?

Anónimo dijo...

¿Tenemos la posibilidad de elegir nuestras piezas? ¿O nos tenemos que conformar con las que nos tocan en suerte? ¿La cantidad de piezas falsas depende de nuestra elección?

Cuántas preguntas.

Germán dijo...

La palabra bien utilizada también es un don querida Helena que no todos los seres humanos tenemos.
En tal sentido me considero uno de esos sin ningún tipo de "don", pero no viene al caso.

¿Sabés qué pasa? Que a veces las piezas del Puzzle están dadas vuelta y no encontramos la manera de volverlas boca arriba para ahí sí, saber a dónde pertenecen y colocarlas en su lugar.
Un abrazo.

Gotta get away Compañero Despensero: Germán

Anónimo dijo...

Yo sé que cada uno tiene su ritmo. Pero yo ya te extraño.
No, no es para meterte presión. Vos posteás cuando querés. Sólo quería decirte que me gusta cuando encuentro un nuevo post en tu blog.

Nyarlathotep, el Caos Reptante dijo...

Pasaba por aquí, y me gustó tu reflexión sobre los puzles y cómo compartir piezas puede ser útil a los demás (al menos eso entendí yo)
Y creo que ésta es la gracia de este invento de los bloggs, que hace poco descubrí. Qué gran forma de descargar esas "piezas" sobrantes!!
Aunque creo que las mías no le servirán a nadie, a no ser que se las recorte a medida, como hacía yo, que nunca acabé un puzle de más de 9 piezas.

Saludos desde Catalunya!!

Anónimo dijo...
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